Darwin, C. (2002). La lucha por la existencia. El origen de las especies (pp. 51-62). México: PORRÚA. Darwin, C. (2002). La selección natural o la supervivencia de los más aptos. El origen de las especies (pp. 65-105). México: PORRÚA. Darwin, C. (2002). Las leyes de la variación. El origen de las especies (pp. 109-135). México: PORRÚA. Darwin, C. (2002). Dela sucesión geológica de los seres vivos. El origen de las especies (pp. 293-317). México: PORRÚA.
Acerca
de la variación y la selección natural según Darwin
Lo
que Darwin se plantea continuamente en los capítulos a estudiar, es la
diferencia que existe entre sí en individuos de cualquier especie. Las
características de dichas especies y la similitud entre uno u otro, es decir,
la variabilidad individual. “Esta palabra, variedad, es difícil de definir,
pero se llega a sobreentender universalmente como comunidad de origen; por otra
parte algunos autores usan técnicamente la palabra variación, en el sentido de
la manifestación debida directamente a las condiciones físicas de vida” (p.
51). Darwin también define s las variaciones como especies incipientes, que se
convertirán, algunas al final, en especies verdaderas y diferenciadas. Todo lo
mencionado se definirá en lo que cita el autor como la llamada “lucha por la
vida” (p. 51). Que dará beneficios, o en el peor de los casos la extinción, a
los individuos de una especie. Según lo que marca el naturalista “la selección
natural obra exclusivamente mediante la preservación de esas variaciones que
surgen y son beneficiosas para el ser en sus condiciones orgánicas e
inorgánicas a que está expuesta cada criatura
en todos los periodos de vida” (p. 99). Cabe destacar que Darwin durante
toda su obra tiende a citar a varios autores para complementar su tesis que se
centra en dos postulados, e primero en las mencionadas con anterioridad la
variabilidad de los seres orgánicos, y segundo la idea del más fuerte “a medida
que aumentan las diferencias, los animales inferiores, con caracteres
intermedios, ni muy veloces ni muy fuertes, no habrán sido utilizados para
procrear y por lo tanto habrían tendido a desaparecer” (p. 89).
Durante
el desarrollo de su obra, el autor recurre a la ayuda de ejemplos accesibles
para hacer más comprensible la lectura, por ejemplo cuando se refiere a la
“lucha por la vida” (p. 52) cita al muérdago, entre muchos otros ejemplos, un
parasito de determinados árboles: “el muérdago depende del manzano de algunos
otros árboles, mas sólo en un sentido muy amplio puede afirmarse que lucha con
estos árboles, pues si sobre uno mismo de éstos crecen demasiados parásitos, el
árbol se extenúa y muere” (p. 53). También en su escritura destaca el ser un
observador crítico y objetivo, pero a la vez modesto, pues en diversas
ocasiones empero acerca de sus teorías, reflexionando en sus contradicciones y
llevándolas a un juicio justo.
Darwin,
en algún momento, admite que pensaba como todos los naturalistas de la época,
creía que la variabilidad y por lo tanto la diferenciación de especies se debía
a cambios climáticos, Sin embargo “se puede concluir sin temor que las
innumerables y complicadas coadaptaciones de estructuras en la naturaleza no
han de atribuirse simplemente a esa acción” (p. 110), conclusión a la que llegó
a través de la observación e inferencias realizadas en sus investigaciones. La
visión que emplea Darwin es muy característica tomando temas tanto filosóficos,
que invitan al lector a la reflexión, como religiosos y sociales que dan una
nueva perspectiva del mundo, no únicamente dirigido a la vida salvaje y
especies domésticas, también ejemplifica
al hombre. Por lo que él concluye
finalmente que “las formas de vida viejas han sido suplantadas por las nuevas y
mejoradas y como productos de la variación y de la supervivencia de los más
aptos” (p. 317).
Tania Elizabeth Díaz Rodríguez

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